Corría en el espesor de
la noche todo lo que mis piernas me permitían el grito desgarrador
había sido claro. Papa ayúdame, la terrible tormenta daba los
últimos coletazos, el río desbordado se había cebado con el
paraje. El agua había corrido a raudales arrastrando fango, maleza y
árboles que les fue imposible oponer resistencia a aquella mole de
agua y viento. Mis piernas se hundían en el resbaladizo fango de lo
que horas antes había sido un camino, que yo creía que me llevaba a
la mísera cabaña que se encontraba al otro lado del bosque. Las
ramas de los árboles caídos dificultaban mi avance, la ropa que
llevaba estaba lastimosa, llena de jirones por todos partes, creía
que no llegaría nunca, el tiempo jugaba en mi contra. No sabia
contra que ni con quien tendría que dirimir mis escasas fuerzas
llegado el momento. Mi cabeza era un hormiguero, abundantes ideas
confusas bullían en mi mente. Pedrito era un niño normal, travieso
como todos los niños de su edad, pero nada dejaba entrever que
tuviera enemigos. Más bien al contrario se hacia querer, era
sociable tenia muchos amigos, yo no entendía nada de lo que estaba
sucediendo. Quien podría querer hacer daño a un niño de tan corta
edad. El viento, aunque no con tanta virulencia seguía embistiendo
sobre la arboleda. Sus dañadas ramas crujían despavoridas, mientras
sus hojas temblaban a mi paso. Ya se dejaba entrever la claridad al
otro lado del bosque, la maltrecha choza se distinguía entre la
espesura del bosque. La voz de Pedrito sonaba cada vez más clara.
¡Papa ayúdanos! (A mi hermana noooo) suéltala bicho repugnante.
Cuando tenía esperanzas de que todo terminara pudiendo rescatar a
mis dos hijos algo inesperado vino a empeorar la angustiosa
situación. La oscuridad dio un paso a tras, la espesa niebla cayó
como una mole sobre el bosque, todo quedó en penumbra. No se de
donde salió una sonora y escandalosa risa ja ja ja ja que ensordeció
mis oídos. – por fin has venido dijo, hace tiempo que te espero,
te has atrevido a traspasar el límite de mi territorio. Eres un
osado que desafiando mis reglas te has permitido irrumpir en la
tranquilidad de mi reino, lo pagaras como mereces, vagarás para
siempre entre tinieblas. Serás mi humilde esclavo y nunca más
volverás a ver a tus hijos que los tengo a buen recaudo y serán los
herederos de mi reino. Me quedé petrificado, no daba crédito a lo
que es cuchaba. De pronto sonó un fuerte viento. Un nublo en forma
de gigante extendió sobre mi sus poderosos tentáculos que me
atenazaron como garfios, con fuerza desgarradora me elevo como si
fuese una pluma en el aire haciéndome partícipe del entorno. ( No
veré mas a mis hijos no veré más a mis hijos). Estas palabras
zumbaban en mis doloridos oídos como certeros cañonazos. De pronto
se hizo la nada, un sobrecogedor silencio se apoderó de mi vida,
solo existía el más haya.
Los ojos me pesaban,
sentía dentro de mis sienes como una manada de potros salvajes
cabalgando desmesuradamente hacia ninguna parte, un sudor frío
cubría mi calenturienta mente, ideas muy vagas aparecían y
desaparecían, un leve susurro, vino a sacarme del encasilla miento
que estaba torturándome. Unas manos suaves como nubes de algodón
acariciaban mi dolorida frente. Amor mío ya paso todo. Abrí los
ojos y creí que todavía estaba soñando, que mi ángel salvador
había venido al rescate y reposaba en sus adorados brazos, pasados
unos momentos escuche en el dormitorio contiguo unos niños que con
sus juegos alborotaban, mi vida se lleno de regocijo. Luisa acurruco
mi cabeza entre sus senos, y entre de pleno en la Gloria.
A.RUEDA 19 / 7 /
2010
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