martes, 9 de noviembre de 2010

LA NOCHE

Corría en el espesor de la noche todo lo que mis piernas me permitían el grito desgarrador había sido claro. Papa ayúdame, la terrible tormenta daba los últimos coletazos, el río desbordado se había cebado con el paraje. El agua había corrido a raudales arrastrando fango, maleza y árboles que les fue imposible oponer resistencia a aquella mole de agua y viento. Mis piernas se hundían en el resbaladizo fango de lo que horas antes había sido un camino, que yo creía que me llevaba a la mísera cabaña que se encontraba al otro lado del bosque. Las ramas de los árboles caídos dificultaban mi avance, la ropa que llevaba estaba lastimosa, llena de jirones por todos partes, creía que no llegaría nunca, el tiempo jugaba en mi contra. No sabia contra que ni con quien tendría que dirimir mis escasas fuerzas llegado el momento. Mi cabeza era un hormiguero, abundantes ideas confusas bullían en mi mente. Pedrito era un niño normal, travieso como todos los niños de su edad, pero nada dejaba entrever que tuviera enemigos. Más bien al contrario se hacia querer, era sociable tenia muchos amigos, yo no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Quien podría querer hacer daño a un niño de tan corta edad. El viento, aunque no con tanta virulencia seguía embistiendo sobre la arboleda. Sus dañadas ramas crujían despavoridas, mientras sus hojas temblaban a mi paso. Ya se dejaba entrever la claridad al otro lado del bosque, la maltrecha choza se distinguía entre la espesura del bosque. La voz de Pedrito sonaba cada vez más clara. ¡Papa ayúdanos! (A mi hermana noooo) suéltala bicho repugnante. Cuando tenía esperanzas de que todo terminara pudiendo rescatar a mis dos hijos algo inesperado vino a empeorar la angustiosa situación. La oscuridad dio un paso a tras, la espesa niebla cayó como una mole sobre el bosque, todo quedó en penumbra. No se de donde salió una sonora y escandalosa risa ja ja ja ja que ensordeció mis oídos. – por fin has venido dijo, hace tiempo que te espero, te has atrevido a traspasar el límite de mi territorio. Eres un osado que desafiando mis reglas te has permitido irrumpir en la tranquilidad de mi reino, lo pagaras como mereces, vagarás para siempre entre tinieblas. Serás mi humilde esclavo y nunca más volverás a ver a tus hijos que los tengo a buen recaudo y serán los herederos de mi reino. Me quedé petrificado, no daba crédito a lo que es cuchaba. De pronto sonó un fuerte viento. Un nublo en forma de gigante extendió sobre mi sus poderosos tentáculos que me atenazaron como garfios, con fuerza desgarradora me elevo como si fuese una pluma en el aire haciéndome partícipe del entorno. ( No veré mas a mis hijos no veré más a mis hijos). Estas palabras zumbaban en mis doloridos oídos como certeros cañonazos. De pronto se hizo la nada, un sobrecogedor silencio se apoderó de mi vida, solo existía el más haya.
Los ojos me pesaban, sentía dentro de mis sienes como una manada de potros salvajes cabalgando desmesuradamente hacia ninguna parte, un sudor frío cubría mi calenturienta mente, ideas muy vagas aparecían y desaparecían, un leve susurro, vino a sacarme del encasilla miento que estaba torturándome. Unas manos suaves como nubes de algodón acariciaban mi dolorida frente. Amor mío ya paso todo. Abrí los ojos y creí que todavía estaba soñando, que mi ángel salvador había venido al rescate y reposaba en sus adorados brazos, pasados unos momentos escuche en el dormitorio contiguo unos niños que con sus juegos alborotaban, mi vida se lleno de regocijo. Luisa acurruco mi cabeza entre sus senos, y entre de pleno en la Gloria.
A.RUEDA 19 / 7 / 2010

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